Wednesday, November 26, 2008
El bebé de Hitchcock
Aquí, Hitchcock. Aquí Hitchcock oculto tras la piedra. Aquí, el Mago del suspenso fingiendo ocultarse como si fuera un niño. ¿Consciente fue Alfred Hitchcock de que habríamos de descubrir la farsa, de que la maquinación sería asaz evidente que hasta el distraído la viese? ¿Qué maquinación, cuál? Para quien no lo sepa, Hitchcock fue amante de figurar y payasear, de aparecer como sombra en la ventana de un film o manipular lupas hasta que uno de sus ojos se hinchara desmesurada, monstruosamente, y sacra la foto. ¿Y qué sobre la entrada de su programa de tevé, aquel famoso en que Hitchcock presentaba una noche a Martin Sheen quien, irascible, perdía la paciencia con un amigo, lo aporreaba y mataba, cortaba el cuerpo en pedacitos y los sumergía en ácidos que despedían el recuerdo del amigo en el desagüe? ¿Qué con esas apariciones coquetas, bien pensadas, con las que Hitchcock maquillaba su angustia de degenerado perverso, curioso? Aquí el ojo derecho de Hitchcock, aquí su suave y gordo cachete ansioso de ser sorprendido mientras finge ocultarse del espectador. ¿Por qué ha de representar esta comedia el Mago Hitchcock? ¿Por qué si ya el cuerpo fue disuelto y solo queda la cabeza del amigo en mis manos? Representar ha, el Mago del suspenso, porque el degenerado perverso y curioso que reposa en ti espera que el gran maniático expíe su culpa con un juego, y el juego solo puede representarse en público. En público, como es el cine. Solo queda que descubras la cabeza que guardé en una hielera, la prueba, y que la mires de cerca, a los ojos. Solo queda por ver que la cabeza de Hitchcock es una esfera grande sobre el cuerpo escaso, una desproporcionada bola con un cachete fláccido y un ojo fisgón. Queda por comprobar, lo has intentado, que Hitchcock fue un recién nacido, que Alfred Hitchcock es un bebé.
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