Wednesday, April 18, 2007

Antihéroes


Aunque dominaba el universo, el dios se aburría, el espacio era una estrella helada. No entendía de soledad, pero ese día dudó. El silencio detonó su ira y decidió crear. Prefirió la compañía al camino heroico, fue un antihéroe. De aquel momento datan el esfuerzo, la voluntad, la incertidumbre, de un instante de duda.

Pequeñas cosas poblaron el mundo: humores, sangre, ruidos. Para soportarlas la criatura aprehendió el sonar de las cosas, imitó al creador en su único acto breve, en el soplo. La criatura sabía que era una debilidad del padre, que comería tierra mientras durase el tiempo. La necesidad hizo que su vileza marcara huella. Su voz confirmó el error.

Ahora que el tiempo es cansancio, observo al duque junto a la ventana de un tren. “Es demasiado tarde para llegar tarde de nuevo”, concluye, el reloj marca el paso. Va al encuentro de su sombra, otro hombre. Parece lejano, parece un sueño. Los antihéroes se ven a lo lejos desde las minucias. Con la yema de un índice anciano, el duque ha escrito sobre la ventanilla una sentencia que se desintegrará inmediatamente. Entonces vuelve al reloj, la máquina de las palabras cuyas manecillas protegerán la excreta, lo vacuo. Los héroes no han nacido, el gorjeo seguirá sonando.

Sobre el vaho de la ventanilla, el duque ha escrito: “podemos ser héroes por un día”. Famosos unos minutos, unos días. Héroes de pacotilla.

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