Monday, May 12, 2008

YO, FRANCO. Del matar


Hemos guardado estos trastos mucho tiempo. Llegó la hora de mostrarlos.

Hay entre nosotros quienes prefieren el acero, otros el garrote, la soga, la pólvora. Yo soy partidario del cuchillo.

Los procedimientos son rápidos. Precepto nuestro es la limpieza. Precisión y limpieza, no ensañarse con la carne. La carne devuelve al desatino, la carne pervierte. Lo nuestro es orden, precisión y limpieza.

Alguno de ustedes dirá: serán los pederastas, los asesinos, los implacables, las putas. Pero no. No lo son.

Constituirían blanco demasiado fácil, demasiado previsible y aburrido. Evitar estos lugares fue razón primigenia. Liquidar la piedad.

Son los ordinarios, los necios, los torpes. Son los cobardes, los embusteros, los traidores. Son los bienintencionados, los bufones, los serviles. Son los toscos y los indecisos, los hipócritas, el falso amigo, el embaucador y el vanidoso, es la monja, el pastor de almas, la pacata. Son el envidioso y el majadero, el ladrón y el viejo lúbrico. Es la flor provinciana y el aventurero, el atarantado y el adolescente, el pedante y el avaro, el pontificador y la ramera.

El Más antiguo o su delegado da esquinazo en descampado y a oscuras. Uno de los justicieros, su alma menoscabada por el pecado de la víctima, obra haciendo uso del instrumento a su dominio. Es uno odioso de la avaricia hábil con la daga quien se encarga de sangrar al marrano, tibia, escueta, lacónicamente. El marrano es escogido al azar.

Alguno entre nosotros lleva el récord. Cincuenta y cuatro desde que se inició la Sociedad. Yo, Franco, cuento doce. Mato por hipocresía y vengo por la verdad.

Hay algunos desaforados en nuestro club, los que convocan con desespero al asesinato. Hacen bien. Nada como la sangre, nada como el fuego.

Vengan entonces los ordinarios, vengan los necios, los torpes. Vengan los que aman ciegamente a una mujer o a la patria, vengan ellos, mi especialidad es el cuchillo. La Sociedad limpia la sociedad, el Más antiguo dispone ocuparnos hoy de un bienintencionado, de un ingenuo. El mundo suprima la ingenuidad.

Se desangra al pie de la escalera. Observo sus rasgados ojos verdes de anfibio, su majestad. Aumenta el caudal, es un hecho.

Venga el Ministro, venga el consejero, venga el oidor. Vengan, la redada espera.

En la puerta, sobre el tablón, las letras negras rezan: “La Sociedad Thánatos”. La muerte lenta.

Incito. —

2 comments:

Unknown said...

Y sí, ¿por qué no? Sobran demasiados.

Douglas said...

No es bueno matar. Diosito se cabrea.

;)