Monday, January 28, 2008

MPC: Foreplay


EROTICA Madonna
THE SWEETEST TABOO Sade
SANCTUARY Madonna
BEDTIME STORY Madonna
I'M SLAVE FOR YOU Britney Spears
FLESH FOR FANTASY Billy Idol
SATISFACTION (I CAN`T GET ME NO) Devo
DO IT AGAIN Steely Dan
WHY CAN'T WE LIVE TOGETHER? Sade
CARLY'S SONG Enigma
MOVE WITH ME Neneh Cherry
TABOO Peter Gabriel / Nusrat Fateh Ali Khan
SEX IS VIOLENT / I PUT A SPELL ON YOU Jane's adiction / Diamanda Galas
CHERISH THE DAY Sade
ALL TOMORROW'S PARTIES Bryan Ferry
BRILLIANT ADVENTURE David Bowie
I'M AFRAID OF AMERICANS David Bowie
HEAVEN Eurythmics
THIS CITY NEVER SLEEPS Eurythmics
LISTENING WIND Talking Heads
IN THE HEAT OF THE JUNGLE Chris Isaak
THE AMAZING SOUND OF ORGY Radiohead
LOVE BUZZ Shocking Blue
ALL SHE WANTS IS Duran Duran
ADAM IN CHAINS Billy Idol
HOT BOYZ Missy Misdemeanor Eliott
SUITE OUTRO /BEAT OF LOVE En Vogue
HE THINKS SHE DON'T KNOW Smooth
LEMON (JEEP MIX) U2
WORKING IN A COALMINE Devo

Sunday, January 27, 2008

YO, FRANCO: "Los actores son un asco",


es el título que tiene entre manos, Hecht, el guionista de Hawks. Se trata de una tontería, una serie de escenas unidas con cola, extraídas de guiones que nunca se filmaron y que Hecht pretende imprimir como novela. Todos saben que Hecht es un mago, o así hemos decidido que deberá ser recordado. Pero me ha gustado el nombre del bodrio, “Los actores son un asco”, algo con lo que estoy completamente de acuerdo. Los actores son un asco: en una ocasión Carole Lombard vino a la sala de montaje a revisar sus tomas y me dijo, “¡Hitch, mira que eres tonto! ¿No te das cuenta de que quiero ver cómo se me ven las tetas en la pantalla? Es la primera vez que uso sostén”, ¡y yo había pensado que se interesaba por el trabajo! O Henry Fonda, la misma cara repetida hasta el infinito en mil películas; y Connery, Newman —el pobre quería que le dijera qué debía pensar en una escena, a lo que respondí, “nada”, y se quedó tan absorto—, Stewart, Grant, todos dirigidos por mí. En el futuro recordarán que en un arrebato de ira y lucidez dije algo como “los actores son ganado” o su equivalente en cockney inglés. ¿Y qué? Los actores son ganado, los actores son ganado, puedo repetirlo mil veces, no más que una cara, ni una voz. ¡Quién se creen para dar órdenes! Yo les ordenaré, no los ensalzaré. Y las mujeres: ¡tan pagadas de sí mismas con sus plumajes de pavo real! No hay una sola en Hollywood que valga la pena.

Tal vez sí. Tippi Hedren valía la pena. Era la única capaz de comprender que el rodaje es una composición ideada en la mente del director y que los actores son soportes de ese, mi gran plan maestro; monigotes en quienes descansa el contenido moral de un film, moldes que albergan un vaciado cocido por el director. Por ahí los encontrarán reunidos en su sindicato, respondiendo preguntas acerca de algo que desconocen. Un rebelde como Brando dirá que extrae sus actitudes de un pozo profundo alojado en su interior, de su memoria. ¡Tonterías!: el actor no es más que un muñeco de ventrílocuo de alguien como yo. Eso intenté con Tippi y me lo pagó casándose con su agente.

Allá todos los actores. Cuando dije “a mejor villano, mejor película”, no pensaba en ellos, pensaba en mis cortes de plano, en mis secuencias, en mi puesta en escena. Mi febril y organizada mente sabe que el mejor sentimiento que un actor encarna es el miedo porque está acostumbrado a él. Ahora los sé con miedo, ahora, mientras sudan copiosamente bajo las luces desperdigadas en el estudio.

Me encamino al rodaje de mi danza. Se denominará La soga. Johnny Dall, Jimmy Stewart, Farley Granger, etcétera. Vacuno de primera. ¡Acción!

Saturday, January 05, 2008

YO, FRANCO: La hora del monstruo


Resulta muy extraño el hecho de que se hayan consagrado tan escasas páginas a ensayar sobre la belleza. No hablo de aquellas dedicadas a pensar la belleza como un don artístico, una premisa estética, las que abundan en los tratados filosóficos y en los tomos de estética. Ahí se repasan los canones de lo bello y cómo éste navega sobre las olas del tiempo, ahí se habla sobre el establecimiento de una forma dominante de belleza y su concepto. Son páginas que, a fin de cuentas, hablan desde la distancia y el positivismo. No abundan en ellas reflexiones acerca de lo gravitante de la belleza —y su contraparte, la fealdad— a la hora de observar, dividir, organizar y ejecutar el mundo.

Me sorprende pensar que estos pasajes han servido para resguardar los prejuicios de la prudencia y su consejera, la razón ilustrada. Me asombra ver cuán lejos están del Nietzsche que piensa a Sócrates como un monstrum in fronte (monstrum in animo) y se dedica a escribir sobre su figura y su obra como el producto de un feo, de un lisiado. Proscrito de las ideas el aplomo nietzscheano y, peor aún, su realismo, la prudencia de los oficios del pensamiento ha vencido a la realidad.

Me arriesgo a decir que la aventura del tiempo es la aventura de la belleza y su lucha con la fealdad. Son los árbitros contemporáneos de la urbanidad, antropólogos, sociólogos, psicólogos, quienes derivan conclusiones sobre la arbitrariedad de los conceptos de lo bello y lo feo y su exposición a los vaivenes del prejuicio y lo transitorio. Este método les ha servido para preservar una sospechosa ecuanimidad gracias a la cual todos ganan: no importa ser feo, dicen, lo importante es saber porqué la sociedad, los miedos ancestrales, las estadísticas y las formaciones culturales defienden nuestra condición de feos y nos consuelan al recordar que ella no perdurará.

Quizá la fealdad y la belleza sean motivos más afectos a la literatura y las artes, quizá ellas preserven el realismo nietzscheano, quizá se consagren a apuntar que ser feo es uno de los factores del crecimiento y el rechazo, y que la hermosura tal vez acumule en el individuo seguridades y libertades desconocidas por el monstruo. A partir de estas conjeturas pienso que temas recurrentes en la ficción, el desdoblamiento de Hyde, lo especular en Dorian Gray, la metamorfosis de Samsa, la monstruosidad de Cuasimodo, preservan la convicción de que uno de los secretos, acaso el más evidente y soportado, sea el del rostro, que igual que preserva, ha formado al individuo desde su raíz, de la matriz a la losa sepulcral. En medio, recuerda la ficción, la travesía de los sinsabores y logros del fatalismo de la figura marca al hombre, lo lacra. Vistas las formas, descubiertas las conveniencias de curvas, armonías, carnosidades y delicadezas, el individuo se apresta a escribir su historia. Es un novelar que echa en falta su ensayar entonces, el desfile de sus ideas. A ensayar el monstruo pues.

Yo, invoco.

Thursday, January 03, 2008

YO, FRANCO: Los mudos


—La música nunca nos conducirá a la verdad, no es ese su propósito: la música nos apartará, nos alejará, nos extrañará. Detenernos y escucharla es anular la vida, el flujo de la sangre, la vejez de la carne. Oírla es dar la espalda a la vida, abrir la puerta a nuestra antigüedad.

Quien habla no es otro que Daniel, melómano y frustrado, solitario. Daniel habita, cómo explicarlo… un eterno carmesí. Ahora retira delicadamente el extraño Remain in Light con esa canción aún más rara, Listening Wind, pero se la lleva en la cabeza y añora el viento sobre el césped, su paz de sepelio, las inglesas hojas. Daniel nunca ha salido de casa, nunca ha viajado, nunca ha vivido.

El carmesí.

Sobre la repisa apila los álbumes de cantantes franceses e ingleses y las sinfonías de algunos maestros. Algo místico ocurre cada vez que retira el celofán y coloca el vinilo en el tocadiscos, algo religioso, individual e inhumano, algo metálico y plástico. Nunca llegaré a una satisfactoria conclusión sobre qué es.

Daniel encerrado en su estudio en La Floresta escucha la lluvia ligera y una bocina algo afónica mientras The Overload azota los postigos. De pronto una imagen: en el punto de partida el hombre, en la tiza de llegada la belleza y Daniel corre agobiado por el disparo. En el aire se disgregan las notas agolpadas, furtivas, abarrotadas de su cabeza. Si Daniel escribiese, cada lugar sería una palabra, un episodio. Pero en él hay notas y silencios: —La música es la forma que resguarda el silencio, la cerca que lo protege de la invasión del sonido—. O ésta: —la música es la forma de la forma—. La mente de Daniel.

Daniel camina a la repisa: Mahler aparejado de Oldfield, Tchaikovski cerca de Gilmour, Yves Montand en Syracuse, Grace Jones en Libertango, la cerveza derramada sobre la mesa esponja los recortes de periódico, los anuncios de las revistas, los libros, sus lomos. La belleza persiste estática al final de la pista recortada sobre el horizonte amarillo. El muchacho corre como la liebre que huye de su escopeta. En sus patas, manchas de sonido.

La música es la forma de la forma. Una mañana salpicada por diminutas y húmedas gotas de niebla encuentro a Daniel en la puerta de mi casa. Su rostro pecoso filtra el sudor caliente que resbala de su frente. Ahora lo sorprendo: abandonó la palabra a mejor tiempo, se ha quedado mudo. Me mira con sus ojos de ardilla, la boca abierta como si hubiese engullido una pelota de golf, la boca de lobo sin ruido. Lo rodeo, lo sacudo con fuerza, lo abofeteo. Él me reconoce con sus lánguidos e imbéciles ojos. El mudo.

La música es la música es la música.