Presumo que mientras escribo la palabra que escribo ella se asfixiará en mis manos hinchada por el viento, monzón quisiera decir, alisio quisiera decir, pero el pesar es solo viento, viento de verano quiteño manchado de arupos muertos.
¿Habré ahogado el viento con mis manos pequeñas y torpes y blancas?
Tomo, para comprobarlo, un vocablo más compacto: acaso. Él se abre entre mis manos, se endurece, se abandona de nuevo y escapa trazando un ovillo. Las hojas chocan contra la carrocería de los coches y acaso colapsa en una esquina apenas restregada con rodillos. En verdad me ha desconcertado la escapatoria violenta de sus letras, aplastadas entre mis dedos, deformadas, cerradas sobre sí mismas en su huida sin freno.
Mogambo podré escribir, Mogambo sin Ava Gardner. Esto, con la esperanza de no ser un homicida, de no admitirlo. Vic será un cazador que organice safaris. En su hotelito, Vic enamorará a Ava Gardner, pero va a entrometerse una pareja que ha contratado los servicios matoniles de Vic para filmar gorilas emancipados. Grace Kelly, de esa pareja, caerá perdidamente enamorada de Vic, quien a su vez corresponderá a su amor. La primera amante, Ava, contemplará el romance sumida en una mezcla de celos, dolor e incredulidad. ¿Quién vencerá? ¿Mogambo vencerá bajo su ritmo de tambor africano que tan exótica vuelve mi velada de domingo? Muerdo el dulce, Mo-gam-bo, eco, golpe, eco; mo-gambó. El viento invade mi panza y la colma hasta el tambor, mo-gambó, mo-gambó, el tambor.
Vamos a decir que se trata de una canción, vamos a decir que la palabra que es ritmo me doblega. A decir que, si tomo asiento y escojo las palabras, si las pronuncio, concluiré que no soy hombre de vocablos extensos. No me agradará despertar un día y verme convertido en un “palingenésico”, signifique lo que esto signifique. Soy, digamos, partidario de la brevedad, del golpe seco, “chanson”, “coco”, “Francia”. ¡Ah!: Francia es una palabra que me gusta tanto, tan despreocupada, tan promiscua, un pastel llamado Francia, una tumbona llamada Francia, unos ligueros de seda y brocado.
Establecida la técnica, venga el golpe sobre el cuadrilátero: gula, mambo, el lobo, aquello que dice sobre Enrique VIII y sus fastos, aquello que dice sobre una boca de ramas ensortijadas, aquello que dice sobre un perro en la nieve: gula, mambo, el lobo. Designan las palabras el contexto, nunca el objeto, porque él, el objeto, no existe, materialidad sin persona, madera sin palabra. Venga entonces el molino de los decires, venga el sufrimiento, el gypsy, el mal nombrado gitano, venga el trocadero, la garganta, la caverna.
Y Ava en la chanson. De la chanson.
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