Wednesday, October 08, 2008

YO, FRANCO. La necesidad de las cartas

Reza el anuario del colegio Stella Maris: «Rodolfo Parra, aula del 68. Aptitud para la oratoria y el método socrático. Escribe versos desde niño. Muy buen dibujante y caricaturista. Carrera proyectada: derecho. “Quiero defender a los pobres y a los presos de conciencia”. Personaje: Malcolm X. Se augura éxito».

«Estimado Genaro Franco: Con satisfacción le comunicamos que aprobamos su carta y usted ha sido admitido en la Escuela de Aviadores del Sur del Estado. Para la incorporación deberá enviarnos sus señas personales, los números de carné de identidad y afiliación social y un código de nueve dígitos. Este código servirá para el acceso a nuestras instalaciones y para la práctica de ensayos. Le rogamos memorizarlo y no difundirlo. De acuerdo con su comunicación lo esperamos el 17 de febrero. En el formulario la descripción de los efectos personales requeridos…»

«Despacho para la hija del señor Descalzi: dos suéteres ingleses de cachemira XS, vestido de coctel de Yves Saint Laurent número 2, tres pantalones a cuadros N°. veintidós, un pañuelo de cuello Chanel color celeste. Total: nueve mil quinientos cuarenta sucres. Seña: Srta. Flora Descalzi, Riobamba»

Retorna la escritura:

«…leí el artículo sobre Naipaul, Antigualla. Como siempre no estoy de acuerdo: no se intenta el sonido, el artista procura el silencio. Como Walser, como Buzzatti, como la poesía. En eso se afana Naipaul, en eso Marguerite Duras e Ingeborg Bachmann. En eso, Franco, antigualla. Por lo demás todo bien, como siempre».

¿Para qué hablar si uno puede escribir? No es preciso dar la cara, solo un send y ya está.

Rodolfo que ha devenido en Rod vaga ahora por los muelles. Bebió dos botellas de Pilsener mientras miraba el agua de la ría. En pedazos de servilletas ha escrito parejas antitéticas, mirado la luna, hecho un rollo, gran sorbo de cerveza, y guardado los papeles en los bolsillos abombados de la americana amarilla. Vagó un par de horas por los muelles y camina a su casa en el barrio del Centenario. Los gatos se repliegan cuando Rod mete la llave en la cerradura. No enciende las luces, se tiende sobre el brazo acolchado del sofá (sofá de hierro y espuma), toma el aparato y marca el número. “¿Me escuchas, Flora, me escuchas, tú?”

Su clave es “dimenticareericominciarecelentano”. ¿El proveedor?… estupideces. Franco mira su correo. Mensaje de Flora: “…leí el artículo sobre Naipaul, Antigualla. Como siempre no…” Se apresta a leer, a verlo.

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