Sunday, July 27, 2008

YO, FRANCO. Látigos

I

El dentista y sus audacias: a velocidad extrema un tubo lanza agua por la boca y raspa mis dientes hasta limpiarlos.

II

“Cada vez proliferan con más rapidez grupos que rinden culto a la idea de que el dolor es un instante, y su permanencia una representación”. Mario Bellatin.

III

El animal ha sido colgado de una cuerda atada al techo. Con cuchillo de cabo corto, el campesino empieza el tajo por el cuello y lo concluye en los testículos; observamos las vísceras cubiertas de una gelatina transparente y gruesa. Extraída la vejiga, el campesino trenza un nudo en el borde y la arroja sobre el fango, a través de la lluvia.

IV

Voy con el metal a todas partes. Sin embargo, una mañana en el autobús, un pedazo de carne aplastada y maloliente remplaza a los fierros. Aprieto la mandíbula con furia. Con la carne en la boca regreso de todo lugar. Hasta una noche en que los fierros y la carne se trenzan disputándose el trozo más grande, la cabeza, el corazón, la flama.

V

Como los celos o la locura, el dolor es vida dentro de otra. El dueño podría ser el notario.

VI

El tipo se acerca con algo brillante en la mano. Cuando está cerca me doy cuenta qué es, lo había visto: un formón como el que usaba el abuelo para abrir láminas de madera. La lámina de acero se hunde, siento la corriente de orines. Es un grito pesado, nueva sangre, nueva, escribo.

VII

El hombre de amor no entiende nada práctico, solo vive y ama en el dolor. Una mujerzuela confía en valorarlo pero en el fondo lo considera un niño, no más.

VIII

Oigo los pasos del verano en las hojas, el verano porteño, la señora que insta a tomar el tren, los voceadores de periódicos, los camiones de basura, el pan. Advierto que mis piernas no están, no están la mano ni el abdomen, solamente los pelos sobre el labio superior, la manzana de adán y las tetas. Escucho los pasos del verano a través del plástico y la radio que anuncia la desaparición y muerte del inmigrante. En el interior de la bolsa, sonrío.

IX

Él, irrefrenable en mí. La muerte lo purifique.

X

“Yo no recuerdo más que el rostro de un asesino…” Salvador Elizondo.

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