Friday, February 22, 2008
Vásconez tras la cerradura
En este Vásconez de cabello entrecano una disimulada sonrisa escapa de sus inquisitivos ojos, un reflejo del niño que habita su interior y de tarde en tarde visita el jardín y lo provoca a la aventura. Son unos ojos escasos, casi mínimos, del infante pegado a la cerradura de una mansión en decadencia, estancia clausurada donde la mujer se despoja del camisón de encaje y seda y la piel se revela blanca, transparente, imagen de una fotografía del pasado. La cabeza ladeada del escritor concentra nuestra mirada en sus oídos, en la atención que ellos otorgan a los escurridizos sonidos del mundo, a su rareza, a su inadmisible desencadenar. Vásconez la inclina como si escuchara el inmundo desfile de las hormigas en su diaria labor pero el cabello abandonado a su natural maduración sugiere cierta leonina vanidad personal algo secreta y, sin embargo, permisible para la fotografía. Esta exposición pública es quizá más evidente en el atuendo que ha elegido para ser fotografiado, a medio andar entre la contención caballeresca de la generación española del 50 y la de sus pares ingleses, los últimos elegantes, de los años de Bernard Shaw: un sobretodo habitual y coherente con el frío de la ciudad andina acompañado por un suéter en V escogido con sutileza para tocar su aspecto de numerario de sociedad secreta. En particular llama la atención la corbata de puntos apenas ajustada en el cuello que deja ver el primer botón de la camisa blanca, efecto de libertad y movimiento que inevitablemente nos conduce a formular la pregunta: ¿fue cuidadosamente ideado para la toma? El segundo elemento llamativo ocupa el centro de la imagen, un cigarrillo a medio consumir que Vásconez sostiene con delicadeza entre los dedos índice y corazón de la mano derecha y proyecta una voluta acosada por el viento. Tanto el descuidado ajuste de la corbata como el cigarrillo aparentemente cotidiano parecen ser decoraciones de una imagen que el fotógrafo o el escritor han querido proyectar. Más elocuente y expresa es la mano izquierda escondida en una bolsa del abrigo casi oculta a nuestra visión: el escritor se protege del frío pero también abriga un afán de dominación sobre su mundo personal y acaso sobre el mundo en general, sugiere el puño protegido y confidente exclusivo del suave paño interior del bolsillo. —
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