Wednesday, May 09, 2012

El hombre escribe a la mujer

La mujer debe ser escrita por el hombre. Con la palabra el hombre le otorga sentido, en la palabra ella alimenta primero su ilusión, la decisión de amar después, la caída en el sexo más tarde, la esperanza y la desesperanza al final. El hombre no tiene otro bien que la palabra frente a la mujer y no puede más que usarla. El hombre puede escribir a la mujer de tres modos: como una quimera, como una excreta y como un fantasma. El hombre que escribe la quimera de la mujer confía en ella, cree en su valor y aprecia que el mundo tenga un significado femenino, materno, desde el origen en el vientre hasta el orificio en el fin, ese hombre cree que gracias a ella podrá caminar más ligero y menos despistado. Quien escribe quimera muere con la sonrisa en el rostro pensando que el mundo es un lugar con sentido y que su credulidad es buena. El hombre que escribe a la mujer como una excreta es un realista por naturaleza y por exceso, el individuo que transita de la fe al escepticismo, de las ideas a la administración de las cosas. Es el hombre que ha perdido la confianza y en el camino debe romper con la creencia de que el mundo es un lugar solidario en que el dolor es compartido: sabe y le duele que deba seguir su paso en soledad. Por ello recuerda a la mujer como una excrecencia, por ello es vil y conoce de veras el mundo, en su solidez rocosa, en su forma áspera, lo que es lo mismo que saber de la desilusión, el destino y la nada. Quien escribe a la mujer como excreta muere con el rictus doliente de la víctima, con la mueca del que nunca ha sido guerrero, del canalla. El hombre que escribe a la mujer como un fantasma suele ser un soñador, un enajenado, un iluso: de espaldas a ella, sin oírla, olfatearla, penetrarla, humillarla, dominarla o abandonarse a ella, sin ser vencido por la hembra, ese hombre vive como el niño que comparte el cordel con la niña y no sabe que ella será la víctima de otros hombres y él apenas su compañía contra el verdugo. Para quien escribe a la mujer como un fantasma la mujer es la niña que fue un cachorro macho que aún no conocía de posibilidades y aún no era consciente de su poder en la belleza. Si las posibilidades la llevan de la mano hacia el amor, el único ideal que las mujeres alimentan y los hombres desprecian porque no llegan a comprenderlo, la belleza la conducirá a la muerte del amor, a su imposibilidad y cierre. La belleza de la mujer siempre matará la posibilidad de conocer el amor porque la abandonará en el engaño, en su propio engaño. El hombre que escribe a la mujer como un fantasma a quien jamás conoció como mujer, muere con la boca abierta, en actitud de desconcierto y perplejidad, sin fe, como un imbécil.
(De “Rita”, Retorno a San Juan)