Wednesday, January 25, 2012

Lecturas ii: El oficio

De mi vida allí recuerdo con particular interés dos experiencias peculiares. La primera me reveló el sentido de toda una concepción estética que con los años habría de influir, más por su sentido casi mágico que por su realidad objetiva, en mi propia obra. Era la perspectiva equívoca que Borromini había creado en el cortile del Palacio Spada. La impresión que me produjo esa pequeñísima galería artesonada en que está figurada una inmensa perspectiva rematada por una estatuilla me remite siempre a la idea de que, si bien el arte es, esencialmente, el producto de una actividad mágica, en su concepción intervienen muchas veces factores tan íntimamente ligados al concepto de técnica y de oficio que es necesario tener en cuenta esto para poder establecer de una manera precisa los límites que separan estas dos concepciones. La realidad misma, como lo prueba ese hecho arquitectónico casi banal, es susceptible tanto de ser recreada como de ser modificada substancialmente por los procedimientos de que dispone el artista y este hecho informa de una manera certera la diferencia exacta que existe entre él y el crítico. Mientras el artista ama confundir en su obra esos límites, el otro se empecina en elucidarlos. Ante el capricho arquitectónico de Borromini el crítico se desentiende de la profundidad y de la grandeza de ese espacio interminable para percibir, de inmediato si es perspicaz, los elementos con los que el arquitecto ha conseguido amplificar lo que para él sigue siendo un espacio minúsculo.

Salvador Elizondo

Saturday, January 14, 2012

Concreción, claridad, eficacia, maestría (I): Benjamin Black

Pasó media hora antes de que llegara Jimmy. Lo vio por la ventana bajar a saltos las escaleras y le sorprendió como siempre su ligereza, una persona en miniatura, más bien un colegial arrugado que un hombre de verdad. Llevaba un impermeable de plástico transparente, del color de la tinta aguada. Tenía el cabello rojizo y ralo, la cara pecosa, y siempre iba desaliñado, como si hubiera dormido sin quitarse la ropa y se acabara de levantar de repente. Prendía un cigarrillo con una cerilla cuando entró por la puerta. La vio y se acercó a su mesa, sentándose enseguida y aplastando el impermeable en forma de pelota que colocó bajo la silla. Jimmy todo lo hacía deprisa, como si cada instante fuera la hora tope de entrega a la que tanto temía no llegar.

—Bueno, Phoebe —dijo—. ¿Qué pasa?

Tenía brillos de humedad en el cabello, por lo general inerte. El cuello de la chaqueta de pana marrón ostentaba una mínima nevada de caspa, y cuando se adelantó sobre la mesa a ella le llegó su aliento, que olía a tabaco rancio. Sin embargo tenía la sonrisa más dulce del mundo, siempre sorprendente por el modo en que le iluminaba ese rostro comprimido, pequeño, vivo. Una de las cosas que más le divertían era fingir que estaba enamorado de Phoebe, y teatralmente se quejaba ante todo el que quisiera escucharle diciendo que era una mujer cruel, de duro corazón, pues se negaba de plano a concederle el más mínimo avance en sus pretensiones.

En busca de April, Benjamin "Banville" Black