Pasó media hora antes de que llegara Jimmy. Lo vio por la ventana bajar a saltos las escaleras y le sorprendió como siempre su ligereza, una persona en miniatura, más bien un colegial arrugado que un hombre de verdad. Llevaba un impermeable de plástico transparente, del color de la tinta aguada. Tenía el cabello rojizo y ralo, la cara pecosa, y siempre iba desaliñado, como si hubiera dormido sin quitarse la ropa y se acabara de levantar de repente. Prendía un cigarrillo con una cerilla cuando entró por la puerta. La vio y se acercó a su mesa, sentándose enseguida y aplastando el impermeable en forma de pelota que colocó bajo la silla. Jimmy todo lo hacía deprisa, como si cada instante fuera la hora tope de entrega a la que tanto temía no llegar.
—Bueno, Phoebe —dijo—. ¿Qué pasa?
Tenía brillos de humedad en el cabello, por lo general inerte. El cuello de la chaqueta de pana marrón ostentaba una mínima nevada de caspa, y cuando se adelantó sobre la mesa a ella le llegó su aliento, que olía a tabaco rancio. Sin embargo tenía la sonrisa más dulce del mundo, siempre sorprendente por el modo en que le iluminaba ese rostro comprimido, pequeño, vivo. Una de las cosas que más le divertían era fingir que estaba enamorado de Phoebe, y teatralmente se quejaba ante todo el que quisiera escucharle diciendo que era una mujer cruel, de duro corazón, pues se negaba de plano a concederle el más mínimo avance en sus pretensiones.
En busca de April, Benjamin "Banville" Black
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