Tuesday, July 03, 2012
Fridolin en los veinte años
Cuando era un jovencito, varios años antes de la noche de máscaras, Fridolin consumía su tiempo pensando actuar como se debe en la vida adulta. Aunque no llegara a cumplir los preceptos que acumulaba como fiebres de la melancolía, algunos pasaron a ser constitutivos de su modo de ser. En el consultorio, mientras imagina a Albertina, su esposa, desnuda sobre la cama, reclinada sobre un costado tan larga y deseable como es, pletórica a causa del sexo, recuerda al joven de veinte años que fue y enumera sobre las hojas del recetario su pequeño levítico:
1. Nunca correr o ir de prisa. La prisa descompone la figura pues corresponde a la civilización burguesa del trabajo, no la del ocio. Hay que honrar el ocio, la lentitud y la contemplación que caracterizan al hombre peculiar.
2. Referirse a todos con el formal usted para establecer distancia. Desconfiar de la confianza e intimidad de los jóvenes y el mundo joven. Nunca dirigirse de forma personal al servicio doméstico, a los dependientes de los lugares o a cualquier persona que haga trabajos manuales.
3. No hablar en voz alta, expresarse en tono medio, casi un semi tono, y preferir los secretos dichos al oído. Orientar el decir en la medida de lo que los otros dicen. Observarlos siempre y nunca hablar antes de haber escuchado cuidadosamente lo que dice el interlocutor.
4. Nunca comer demasiado y ni siquiera bien. Comer siempre poco. Procurar no comer.
5. Nunca exhibirse, aparecer en fotografías o despertar el interés de los demás.
6. Siempre llegar tarde a las recepciones y marcharse de ellas muy temprano.
7. Nunca proponer como tema de conversación aspectos relacionados con comidas o alimentos. De la misma manera, nunca adquirir personalmente alimentos o artículos para la supervivencia. Hacerlo a través de terceros. La comida envilece al hombre y lo sume en el terreno animal. Jamás comer comida rápida.
8. Siempre llevar paraguas o sombrillas. Un hombre peculiar nunca se expone a la lluvia o recibe la luz solar plena.
9. No llevar paquetes u otros usos en las manos.
10. Jamás beber en exceso en compañía de otros. Si se ha de beber copiosamente que sea en soledad. Privilegiar la soledad por sobre todas las cosas.
11. No evidenciar los sentimientos propios ni expresarlos. Mantenerlos ocultos y conocidos solo por nosotros mismos. Jamás entablar pláticas sobre el corazón, es una práctica de mal gusto. Procurar no hablar de uno en las conversaciones sociales.
12. Nunca reír en público. Que jamás nos vean llorar. Adoptar para el rostro una mueca de desdén.
13. Enamorarse una sola vez en la vida y no volver a demostrar sentimientos amorosos toda la vida.
14. Casarse por interés.
15. Nunca entregar lo que realmente pensamos ni todo lo que sabemos. Mantener al resto en una inagotable interrogación.
16. No dejarse ver en lugares públicos. Nunca hablar con desconocidos. No detenerse a hablar en la calle.
17. Vestir con sobriedad y contención.
18. No asistir a espectáculos multitudinarios de ningún orden. Evitar las concentraciones, la masa, los centros comerciales. Escuchar música en privado y no asistir a conciertos.
19. Establecer relación solo con gente de raza blanca.
20. No evidenciar los antecedentes familiares y jamás evidenciar los sentimientos que se guarda por las personas.
21. No tener hijos porque atentan contra varios preceptos anteriores.
22. No llevar barbas, bigotes ni pelo alguno en el rostro o el cuerpo.
23. No tocar a las personas, abrazarlas o besarlas en público y a la mujer solo en privado.
24. Honrar, proteger y cultivar tez de porcelana.
25. Nunca dormir demasiado. Cinco horas son suficientes.
26. No portar artículo tecnológico alguno ni accesorio no correspondiente con el vestuario tradicional. Debe manejarse tecnología y novedades con destreza, aunque jamás pueda evidenciarse que uno conoce y manipula los objetos con soltura.
27. Leer literatura e historia, ver obras de arte y oír música en conciertos privados o discos.
28. No perseguir la felicidad, la sabiduría ni la paz.
29. Componer un habla singular, personal, y, si es necesario, corregir la pronunciación de los vocablos y la dicción hasta conquistar un grado neutral, el grado cero. Hablar siempre con corrección y propender a la ironía en el trato con las gentes.
30. Caminar siempre erguido.
31. Preferir el clima frío y la vida en las urbes, nunca el campo.
32. No guiar vehículo alguno, ser conducido siempre.
33. No zaherir a las personas pero tampoco reportarles alegría.
34. No ver ni leer noticias, mantenerse siempre algo ignorante, desinformado y retrasado respecto de la política y lo contemporáneo.
35. No practicar ejercicios físicos de importancia o riesgo, caminar solo distancias prolongadas.
36. No evidenciar creencia, fervor ni fe religiosa alguna pues vulgariza y descompone la figura.
37. Animales no, niños no: tienen pelo, hacen ruido y desarman lo estético que exige la vida y la soledad que se busca.
Fridolin se fatiga, sus ojos. Observa los números, las letras, las frases cosidas: arruga el papel. Siente un escozor en la parte baja del cuerpo y se pone en pie. Arroja una tras otra las pelotitas blancas en el cesto de la esquina. Terminado el juego, pasa el picaporte de la puerta con gran sigilo.
En la calle, Fridolin. Le escuece. Es Albertina.
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