Si nació artista el hombre nació hembra. Él o ella olfatean lo vacuo, el fracaso, el delirio. Él-Ella simplifica sus razones a uno: no es dado organizar el universo, la felicidad es un imposible. Él solo sabe de caídas, es
décadent: vive como mujer, padece un pasado. Ella y su confusión —el desatino del mundo— se doblegan sin resignarse: temible es morir en nosotros mismos. Naufraga él en su obstinado solipsismo, la cerrada subjetividad, la soledad más antigua: en la belleza, el desierto y su lágrima. Solo él es hembra, solo él, muerto, vestigio y retiro. Él: el Abandonado.
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