El hombre que lucha en pos de su autorrealización, el que tiene talento, confianza y fe, el hombre que cree y se aleja del grupo, el que se atreve a ser individuo y es libre, lucha por ideales tan necios como cualquier otro; el hombre que abre senderos y lo logra es tan solitario y egoísta como el último y más estúpido de los hombres. En ello la grandeza y el fracaso se dan la mano. Con ello se constata que en su potencia el ser humano es una quimera.
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