Monday, December 10, 2007

YO, FRANCO: Réquiem por una corbata


Murió el sombrero, murió la brillantina, murieron las enaguas. Fatigose el mundo que apellidaron, desaparecieron las fotografías que habitaron, los temas que interpretaron y hasta la lluvia que soportaron. Cuando muere un uso, la página se cierra y a otra cosa. Y aunque se diga lo contrario, no siempre la fábrica oficia estas muertes o es su causante, en ocasiones se interpone y aboga por el sombrero, el fular o la enagua aunque sin triunfo posible a la vista: el molino del tiempo tritura los usos y ni fábrica ni publicidad, a quienes tanto teme el librepensador, puede decir una palabra más. Vemos por ello que las pasarelas insisten en colecciones de indispensable sombrero, siempre garboso, siempre galante, al mando de tenidas refinadas, briosa y cinematográficamente circunspectas aunque sin happy end. Nadie, o casi nadie, porta un sombrero con soltura, no se trate de observar ciertas esnobistas fechas del año que no aprecio recordar. No se diga de la enagua, completamente absurda en una era de pantalones unisexo y de amazonas urbanas que, de intentar con falda y enagua, caerían en mal predicamento acerca de su modernidad y desenvoltura que hoy se precian como indispensables.

Otro tanto podemos decir de la corbata. De compañera fiel y accesorio viril por excelencia en el atuendo del hombre elegante, la corbata parece ceder paso al cuello desnudo o al confortable adorno del pañuelo que no pocos consideran complemento amanerado y maricón. Más allá de prejuicios inevitables, la era de la corbata parece llegar a su fin. “Mucha gloria ha tenido ya”, envidia el tiempo, anudada en las insaciables camisas de Bogart, Mastroianni y Alain Delon, o, en su papel de lazo y pajarita, en las del rey Mickey Rooney, así es que hora es ya de remitir su asociación fálica en este orbe de vacío y gas.

Percibimos lo dicho en pasarelas y otros termómetros de las tendencias de moda —dicho sea de paso que quizá la moda sea la mayor enemiga de la verdadera elegancia— que dan cuenta del desplazamiento de la corbata en favor de otros usos. Y es que la vacuidad y el éter exigen despojar el terreno de símbolos de poder y fuerza, de virilidad y heroísmo, para cumplir con el fin de imponer el híbrido y la androginia globales.

Queden en vuestras manos las opciones; los menos nos refugiaremos. Tocados con sombrero, brillantina y corbata los hombres, sombrero con velo, falda y enagua las mujeres, procuramos ansias de final, de pérdida y ocaso.

Nosotros, perdemos.

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