Monday, December 10, 2007

YO, FRANCO: Teléfonos de bolsillo

Han comenzado a fastidiarme los teléfonos de bolsillo, han comenzado a despertar mi ansiedad. Terminaré por odiarlos y no tendré más opción que acorazarme. Mi especialidad.

Suenan los teléfonos de bolsillo: “Fernán Vallejo-Fernán Vallejo”. ¿Quién diablos es Fernán Vallejo? Alguien guarda nombres en mi aparato.

Encuentro a Federico Fellini en una taberna a la vera del camino. El artista camina al mostrador, pide el teléfono y comienza a hablar. Muy contento, natural y animado con su oreja en la bocina. Tan Fellini.

Mi empleador viajó a Londres. Calculo las horas que volará, o sea, mis horas de paz. Transcurren apenas dos cuando en la pantalla se enciende un número telefónico. Fuera de área, fuera de servicio. Aquella paz.

El muchacho no deja de aplastar las teclas mientras pone cara de idiota. De idiota y azoro. Aguarda un minuto y la máquina vomita su sonido, tlin. Se dilatan las pupilas, las córneas enrojecen, las comisuras descargan el chorro. Llora el muchacho, gime el hombre.

Me acosa el tiempo de seis personas, busco al escenógrafo de la revista. Marco los dígitos con desesperación pero recuerdo que el tipo apaga su teléfono hasta las once, el muy canalla. Cuando aparezca dirá que estuvo ocupado, que ocurrió una desgracia, que no tenía carga. Mi consigna será: acosar su tiempo sin tregua.

El contestador automático decía: “si eres una chica deja un mensaje, si eres un chico vuelve a llamar”. Su contestador decía: “si eres amigo graba un mensaje, si enemigo: ¡cuelga!” Nuestra grabadora decía: “somos Diana, Mario y Miguel: déjanos tu mensajitooo”. Tu contestadora no dice nada.

Escucho la estación en que ruge la voz de Screamin’ Jay Hawkins. Guao. El aparato es de mi amigo Pete. Me dispongo a apuntar el dial pero me encuentro una máquina telefónica. Bisexual, cosa bisexual.

El secreto de Diana es Javier. Miguelito ha crecido y podrá defenderse solo. De Mario cuidará su enlatadora de atún en Manta, Manglaralto, Chillanes, El Cairo. No queda más que abrir el aparato telefónico, buscar la C de Carla y abrir paso a la verdad: Javier. Ya es tiempo.

Las voces grabadas, ¡cuánto me agradan! Los halagos, los gritos, la risa, las pausas son de disfrutar y querer. ¡Voces, voces y más voces!, gentil el mundo, gentiles las gargantas, tan amables, tan serenas, tan cantarinas. Su mejor voz, la auténtica, el mundo la graba. El irlandés Banville decía que si queremos descubrir algo genuino hemos de colocarnos una máscara. Ah, la guardada voz de Banville.

Mi teléfono duerme en su silla, junto al libro de Henri Cartier Bresson. Ha crecido, podrá defenderse solo. Le obsequio un tubo de flotación para el viaje. Mañana es su día, la jornada del mar. Acorazado y mar.

Él se zambulle y se ahoga. Yo, siempre, la voz de Franco.

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